lunes, 15 de enero de 2018

Estamos preparados para ganar. Todo lo que hacemos lleva implícito ganar. Desde pequeños nos enseñan a ganar. Estamos en la escuela y nuestros padres nos dicen que tenemos que sacar buenas notas, que debemos ser los mejores estudiantes. En el deporte ni se diga, participar no basta, tenemos que ganar. Desarrollamos o practicamos una determinada actividad artística y todo lo que queremos es ganar. Los que ganan se sienten poderosos. Pero qué pasa cuando pierdes?....
Estás preparado para perder?. Pierdes y sientes que el mundo se te viene abajo. En un matrimonio, en una relación amorosa, viene la separación y que pasa?... Nos echamos a morir. Expresiones como estas salen a relucir: No le encuentro sentido a nada, estoy sola, estoy solo, estoy desanimado….y muchas otras cosas más.
En un emprendimiento, llevar una idea a la realidad, muchas personas no comienzan, por pensar en el fracaso, el miedo a perder, a no hacer nada. No estamos preparados para perder, sólo a ganar. Pensamos que si no logramos lo propuesto, somos unos fracasados.
En la vida se nos presenta de todo, una buena mujer, un buen hombre, una buena comida, una buena fiesta, un buen amor, en fin muchas cosas, que en su momento desearíamos que no se terminara nunca. Cuando todo pasa, empieza una especie de melancolía por aquello vivido.
Sin embargo, nadie nos educa para perder. Que debemos hacer cuando no nos salen las cosas como queremos??...¿Ahora qué hago perdí la competencia?...¿No sé dónde meter la cara porque perdí?...
Todo se trata de aprender a perder. Nuestra mente capta todo lo que le enseñamos. Se trata de educar a la mente, para que ella sepa cómo comportarse. Son procesos de cambios mentales, preparar la mente para cuando las cosas no salen como nosotros queremos. Hablamos de resignación, de tolerancia, de desprender, despegarse de la mente algo que nos hace estar mal. Debemos discernir si podemos ganar la guerra o perder una batalla.

Walter Riso en su libro, Pensar Bien, Estar bien;  nos habla de aprender a perder, entre sus premisas  nos dice que “resignarse, cuando algo escapa de nuestro control es sabiduría, desprenderse del futuro es trascendencia.

La madurez psicológica de un “yo” fuerte es la aceptación de que nada es para toda la vida. Del desprendimiento nace la paz.
La paciencia es una de las habilidades más difíciles de lograr para cualquier persona, porque ella implica desprenderse de las expectativas y resignarse a que las cosas sigan su curso. Es decir, sentarse en la cresta de la ola, dejar que ella lo lleve y aceptar lo peor que pueda ocurrir.
Walter Riso

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