Estamos
preparados para ganar. Todo lo que hacemos lleva implícito ganar. Desde
pequeños nos enseñan a ganar. Estamos en la escuela y nuestros padres nos dicen
que tenemos que sacar buenas notas, que debemos ser los mejores estudiantes. En
el deporte ni se diga, participar no basta, tenemos que ganar. Desarrollamos o
practicamos una determinada actividad artística y todo lo que queremos es
ganar. Los que ganan se sienten poderosos. Pero qué pasa cuando pierdes?....
Estás
preparado para perder?. Pierdes y sientes que el mundo se te viene abajo. En un
matrimonio, en una relación amorosa, viene la separación y que pasa?... Nos
echamos a morir. Expresiones como estas salen a relucir: No le encuentro
sentido a nada, estoy sola, estoy solo, estoy desanimado….y muchas otras cosas
más.
En
un emprendimiento, llevar una idea a la realidad, muchas personas no comienzan,
por pensar en el fracaso, el miedo a perder, a no hacer nada. No estamos
preparados para perder, sólo a ganar. Pensamos que si no logramos lo propuesto,
somos unos fracasados.
En
la vida se nos presenta de todo, una buena mujer, un buen hombre, una buena
comida, una buena fiesta, un buen amor, en fin muchas cosas, que en su momento
desearíamos que no se terminara nunca. Cuando todo pasa, empieza una especie de
melancolía por aquello vivido.
Sin
embargo, nadie nos educa para perder. Que debemos hacer cuando no nos salen las
cosas como queremos??...¿Ahora qué hago perdí la competencia?...¿No sé dónde
meter la cara porque perdí?...
Todo
se trata de aprender a perder. Nuestra mente capta todo lo que le enseñamos. Se
trata de educar a la mente, para que ella sepa cómo comportarse. Son procesos
de cambios mentales, preparar la mente para cuando las cosas no salen como
nosotros queremos. Hablamos de resignación, de tolerancia, de desprender,
despegarse de la mente algo que nos hace estar mal. Debemos discernir si
podemos ganar la guerra o perder una batalla.
Walter Riso en su libro, Pensar Bien, Estar bien; nos habla de aprender a perder, entre sus premisas nos dice que “resignarse, cuando algo escapa de nuestro control es sabiduría, desprenderse del futuro es trascendencia.
La madurez psicológica de un “yo” fuerte es la aceptación de que nada es para toda la vida. Del desprendimiento nace la paz.
La paciencia es una de las habilidades
más difíciles de lograr para cualquier persona, porque ella implica
desprenderse de las expectativas y resignarse a que las cosas sigan su curso.
Es decir, sentarse en la cresta de la ola, dejar que ella lo lleve y aceptar lo
peor que pueda ocurrir.
Walter Riso
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